Con tan sólo 19 años, Paola González ya tiene una gran experiencia de vida. Desde los trece, esta jovencita se dedica a la venta de la chipa en los colectivos, un oficio noble y sacrificado que aprendió de su mamá; con este trabajo ayuda desde pequeñita con los gastos de la casa. “Estoy en la chipería ‘Lechuza’ ahora. Empecé con mi abuela a los 13 años a vender chipa y luego ya empecé a trabajar en las chiperías acá de Barrero. Me levanto a las 4 de la mañana y salgo de mi trabajo a las 5 de la tarde. Los fines de semana trabajo hasta las 10 de la noche más o menos”, relató.

Pero además de trabajar de sol a sol para conseguir el pan de cada día, Paola González sueña con ser una profesional de la salud y asiste a una facultad en la ciudad de Caacupé, donde estudia la carrera de Enfermería.

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“Es bastante cansador, mucha gente no nos da paso al subirnos en los colectivos. No saben que lo que llevamos a cuestas pesa mucho. De mi trabajo me voy a la Facultad con mi uniforme puesto. Si hay tiempo me cambio en el baño de la Facultad, y si no si que directo entro a clases con mi uniforme y mi canasta. Me miran todos sorprendidos”, dijo entre risas la simpática chipera, que pese al cansancio no pierde su carisma.

El día a día de Paola no es fácil, ya que al subir a los buses se expone a muchos peligros, como los acosadores que constantemente le dicen cosas e intentan pasarse de la raya. “Hay quienes quieren propasarse, pero me esquivo de la gente así, y están los que sí se propasan en palabras. Algunos piropean bien, pero hay quienes son muy desubicados”, contó la trabajadora.

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Sin embargo, esto no la detiene para seguir adelante, cada día más fuerte y segura de cumplir su sueño. Es por eso que Paola no deja de trabajar y estudiar por un futuro mejor y agradece siempre el apoyo de su familia: “Tengo hermanas de 11, 15 y 17 años y mis padres nos sacaron adelante a las cuatro. Son nuestros pilares siempre”, expresó orgullosa. ¿Qué pensás de esta inspiradora historia?